
Gracias a una imagen en mi mente, una foto de mi infancia, me descubrí testigo de cómo mi ego ya se estaba moldeando. Recuerdo mi infancia como una historia bonita a la que siempre puedo volver. En lo obvio, veo en esa foto a una niña picarona, en movimiento. Pero si observo como un mosquito que viaja al pasado y se posa en el balcón donde fue tomada, noto algo más: mi querido amigo ego ya estaba atento y actuando.
Desde el nacimiento, nuestra supervivencia depende de los otros. Lloramos y recibimos atención; sonreímos y nos recompensan con afecto. Rápidamente aprendemos que ciertos comportamientos nos traen amor y aprobación, mientras que otros pueden generar rechazo. Así, sin darnos cuenta, comenzamos a construir una identidad basada en la validación externa.
El ego se moldea antes de que podamos siquiera cuestionarlo. Pero, para algunos, llega un momento en la adultez en el que podemos observar esa voz—la que genera confusión en nuestra mente—y preguntarnos: ¿quién sería yo -aquí ay ahora- sin ella?
Contáctate:
Quiero hacer «The Work» en una sesión privada
Quiero ser parte de la Comunidad de práctica y hacer «The Work» en grupo