
Sanar no es fuerza de voluntad ni repetición de hábitos. Sanar empieza cuando dejamos de pelear con las partes de nosotros que se formaron para protegernos. Todos tenemos fragmentos internos que aprendieron a anticipar el dolor, a cerrar el cuerpo, a desconectarse, a complacer, a controlar o a evitar. No actúan para arruinarnos la vida, actúan porque en algún momento fueron la única forma que encontramos para sobrevivir emocionalmente.