
La paciencia es la capacidad de soportar pruebas, resistir provocaciones y esperar en Dios sin desesperar. No es pasividad, sino confianza activa en que Él tiene el control. Reflexionamos en cómo el Espíritu Santo nos capacita para responder con calma ante las ofensas, perseverar en medio de la adversidad y esperar en las promesas de Dios con fe. En un mundo acelerado e impaciente, la paciencia se convierte en un testimonio vivo del carácter de Cristo en nosotros.