
Transformación continua – Vivir en Cristo implica renovar nuestra mente cada día (Romanos 12:2), dejando atrás lo viejo y abrazando lo nuevo en Él.
Fundamento en la Palabra eterna – Su Palabra no cambia, permanece para siempre (Isaías 40:8), y es la guía firme para nuestra vida.
Obediencia que produce fruto – La verdadera reforma se refleja en acciones, viviendo en obediencia que glorifique a Dios y dé testimonio del Evangelio.