El camino hacia la gloria bíblica siempre contrasta con la gloria del mundo.
Mientras el mundo busca reconocimiento inmediato, Jesús eligió la obediencia silenciosa.
Antes de llegar a la gloria eterna, pasó por el jardín de Getsemaní, donde su alma fue quebrantada.
Ahí entendemos que la verdadera gloria no se mide en aplausos, sino en entrega.
Getsemaní fue el lugar donde Jesús dijo “sí” al propósito, aunque costara dolor.
Y gracias a ese “sí”, hoy vemos que la gloria real es estar eternamente con el Padre.
Su sacrificio nos abre una esperanza viva y un futuro lleno de propósito.
Así, la cruz nos recuerda que la gloria de Dios siempre nace del sacrificio y del amor perfecto.
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El camino hacia la gloria bíblica siempre contrasta con la gloria del mundo.
Mientras el mundo busca reconocimiento inmediato, Jesús eligió la obediencia silenciosa.
Antes de llegar a la gloria eterna, pasó por el jardín de Getsemaní, donde su alma fue quebrantada.
Ahí entendemos que la verdadera gloria no se mide en aplausos, sino en entrega.
Getsemaní fue el lugar donde Jesús dijo “sí” al propósito, aunque costara dolor.
Y gracias a ese “sí”, hoy vemos que la gloria real es estar eternamente con el Padre.
Su sacrificio nos abre una esperanza viva y un futuro lleno de propósito.
Así, la cruz nos recuerda que la gloria de Dios siempre nace del sacrificio y del amor perfecto.
La enseñanza “La actitud correcta” nos recuerda que el verdadero amor se demuestra en la acción. A través de la historia del buen samaritano, Jesús nos enseña que la compasión no se limita a palabras o religiosidad, sino que se expresa ayudando a quien lo necesita, sin importar su origen o condición. Los religiosos pasaron de largo, pero el samaritano se detuvo, tuvo empatía y actuó con misericordia. Así también Jesús hizo con nosotros: se acercó cuando estábamos heridos por el pecado, nos levantó y pagó el precio por nuestra restauración. Tener la actitud correcta es reflejar ese mismo amor en nuestra vida diaria, siendo la respuesta para los que sufren y mostrando el corazón de Cristo al mundo.
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El camino hacia la gloria bíblica siempre contrasta con la gloria del mundo.
Mientras el mundo busca reconocimiento inmediato, Jesús eligió la obediencia silenciosa.
Antes de llegar a la gloria eterna, pasó por el jardín de Getsemaní, donde su alma fue quebrantada.
Ahí entendemos que la verdadera gloria no se mide en aplausos, sino en entrega.
Getsemaní fue el lugar donde Jesús dijo “sí” al propósito, aunque costara dolor.
Y gracias a ese “sí”, hoy vemos que la gloria real es estar eternamente con el Padre.
Su sacrificio nos abre una esperanza viva y un futuro lleno de propósito.
Así, la cruz nos recuerda que la gloria de Dios siempre nace del sacrificio y del amor perfecto.