
Hay ocasiones en la vida en los que el tiempo parece detenerse. No por una pausa física, sino por una carga emocional que nos ancla: una herida, una palabra que no debió decirse, una ausencia que se volvió muro. En ese espacio suspendido, el perdón aparece como una posibilidad. No como una obligación, ni como una fórmula mágica, sino como una decisión íntima, compleja y profundamente humana.
Tu amigo Israel Meza, que Dios te bendiga siempre y recibe un fuerte abrazo.