
En el libro de Juan 21:1-7 vemos que después de todo lo vivido, Pedro y los discípulos regresaron a lo que conocían: la pesca. Estaban desanimados, confundidos, tal vez sintiendo que todo había terminado. Pero en medio de esa noche sin resultados, Jesús apareció en la orilla.
El desánimo es real, pero no es el final. A veces, como ellos, sentimos que ya no hay propósito, que no vemos frutos… pero Jesús sigue apareciendo, incluso cuando no lo reconocemos al principio.
Todo es temporal, incluso las noches sin pesca. La gloria de Dios, en cambio, es eterna: Él transforma el fracaso en milagro, la tristeza en gozo, el desánimo en propósito.