EP 133 | Hechos 8 – La persecución, Felipe y el eunuco etíope
1-3 Saulo estaba totalmente de acuerdo con la ejecución de Esteban. A partir de ese día, una violenta persecución se desató contra la iglesia en Jerusalén. Todos, excepto los apóstoles, huyeron a diferentes lugares de Judea y Samaria. Hombres piadosos enterraron a Esteban con gran tristeza. Pero Saulo estaba empeñado en destruir la iglesia: iba de casa en casa, arrastrando a hombres y mujeres para encarcelarlos.
4-8 Los creyentes que se habían dispersado predicaban el mensaje de Jesús dondequiera que iban. Felipe bajó a la ciudad de Samaria y empezó a proclamar el mensaje del Mesías. La gente, al escuchar lo que decía y ver los milagros que hacía, se llenaba de emoción. Los espíritus malignos gritaban mientras salían de muchas personas, y los paralíticos y cojos eran sanados. La ciudad se llenó de alegría.
9-13 Un hombre llamado Simón había estado practicando la magia en la ciudad durante años, asombrando a la gente con sus trucos. Se hacía llamar "El Gran Poder de Dios", y todos lo admiraban. Pero cuando Felipe comenzó a predicar sobre el reino de Dios y el nombre de Jesús, muchas personas creyeron y fueron bautizadas, incluyendo el mismo Simón. Fascinado por los milagros de Felipe, se convirtió en su seguidor.
14-17 Cuando los apóstoles en Jerusalén oyeron que la gente de Samaria había aceptado el mensaje de Dios, enviaron a Pedro y Juan. Al llegar, oraron para que recibieran el Espíritu Santo, pues aún no lo habían recibido, solo habían sido bautizados en el nombre de Jesús. Pedro y Juan impusieron sus manos sobre ellos, y el Espíritu Santo descendió sobre ellos.
18-24 Al ver esto, Simón ofreció dinero a los apóstoles: "¡Déjenme comprar ese poder! ¡Quiero imponer las manos sobre la gente para que reciba el Espíritu Santo!" Pedro lo reprendió: "¡Tu dinero se irá contigo a la destrucción si piensas que el don de Dios se puede comprar! No tienes parte en esto porque tu corazón no es recto delante de Dios. Arrepiéntete y pídele al Señor que te perdone por haber pensado así". Simón, asustado, dijo: "¡Oren por mí para que nada de esto me pase!".