
Lo que se nos viene con Javier Aguirre y la Selección Mexicana a pocos meses del Mundial?
Te lo digo por que siempre a sido así:
Nada nuevo.
Nada brillante.
Nada sorprendente.
Nada que no hayamos visto mil veces en la misma película repetida en VHS.
Porque Javier Aguirre no es un técnico de milagros.
Ni de revoluciones.
Ni de valentías tácticas.
Ni de fútbol moderno.
Aguirre no viene a transformar:
viene a administrar la resignación.
Es el entrenador ideal para quienes creen que “competir” es sobrevivir 90 minutos sin hacer el ridículo.
Es el director técnico perfecto para la federación que teme al cambio como si fuera pecado mortal.
Es el bombero que llega con una cubeta… aunque el edificio lleva años en llamas.
A meses del Mundial, lo que realmente podemos esperar es esto:
– Un Tri plano.
Que no juega mal… pero tampoco juega bien.
Que no se hunde… pero tampoco flota.
Que no inspira… pero tampoco se cae.
Un equipo suspendido en el limbo eterno del “ahí la llevamos”.
– Un fútbol timorato, previsible, chato.
Líneas juntas, pelotazo prudente, cero riesgos, cero creatividad.
Fútbol de contención, fútbol de “a ver si no nos hacen daño”, fútbol que jamás te hará levantarte del sillón.
– Las mismas caras de siempre.
Los mismos nombres, la misma confianza ciega, la misma terquedad institucional.
Renovación real: cero. (Ni Mora, ni Acevedo, ni el flamante campeón de goleo Armando González)
Prioridad: no incomodar a nadie.
– Un Mundial sin alma.
Sin identidad.
Sin proyecto.
Sin una sola idea que te haga pensar que este equipo podría sorprender al planeta.
Pero el chiste final, el que causa risa amarga, es éste:
El problema no es Aguirre. Nunca lo ha sido.
El problema es quienes lo eligieron.
Quienes llevan años disfrazando mediocridad de prudencia.
Quienes creen que reciclar técnicos es más fácil que construir un plan.
Quienes viven de un fútbol domesticado, cómodo, sin exigencia real.
Aguirre es apenas la portada.
La novela podrida está escrita por la cúpula.
Por eso, a meses del Mundial, la expectativa real es una sola:
un México que hará lo justo para no hundirse y nada para trascender.
Y no por incapacidad de los jugadores…
sino por décadas de una dirigencia que le teme al crecimiento como otros le temen al infierno.
Ese es el futuro inmediato.
Un país futbolero atrapado entre su pasión y su condena.