
Cuando todo parecía perdido, una ciudad se alzó entre montañas.
No era un imperio. No era un califato.
Pero resistió durante más de dos siglos.
Granada fue el último resplandor de Al-Ándalus, el eco final de una civilización que, aun en retirada, supo transformar la nostalgia en belleza.
Bajo la dinastía nazarí, la ciudad se convirtió en un mundo aparte: patios de agua y silencio, muros escritos con poesía, diplomacia frágil entre guerras y tributos.
En sus colinas nació la Alhambra, joya de piedra y luz, donde cada arco, cada fuente, cada verso grabado en estuco parecía decir: la belleza también es resistencia.
Pero la historia avanzaba.
Castilla y Aragón se unían, y la frontera se estrechaba.
Entre Boabdil, el último rey de Granada, y los Reyes Católicos, se cerró una época y comenzó otra.
El 2 de enero de 1492 cayó la ciudad, y con ella, ocho siglos de presencia musulmana en la península.
Sin embargo, Granada no murió del todo.
Su alma quedó en el agua, en los patios, en la palabra “ojalá”.
En la memoria que se niega a ser olvido.
Música utilizada: Obra: En este Lugar
Música de https://www.fiftysounds.com/es/