
La alegría, al igual que el resto de emociones básicas (tristeza, rabia y miedo y dependiendo del autor, alguna más), es innata al ser humano y tiene su función. Pensemos en una celebración en la que la gente habla, ríe y baila. Podríamos decir que en términos generales, la emoción predominante es la alegría, ¿verdad? ¿Qué estamos generando hablando, riendo y bailando? ¿Con qué finalidad lo hacemos? Nos relacionamos, compartimos, confluimos (“fluir con”), disfrutamos, entre otros. De esta manera nos estamos vinculando. La alegría sirve en mayor medida para crear vínculos en nuestras relaciones, condición indispensable para nuestro bienestar y desarrollo.
Podemos sentir alegría cuando alcanzamos una meta, vivimos una experiencia enriquecedora y estética o conseguimos atenuar un malestar que sentíamos. En general la alegría forma parte de las emociones y sensaciones relacionadas con un estado de bienestar interior; felicidad, satisfacción, júbilo, éxtasis, dicha, y más.