
La prolongada violencia política que sufrió Guatemala durante el período que abarca nuestra investigación produjo, indudablemente, una gran cantidad de víctimas de todo tipo. Mucha gente murió o quedó herida, otros desaparecieron más o menos misteriosamente, muchos tuvieron que desplazarse dentro del país o emigrar fuera de sus fronteras y no fueron pocos los que quedaron afectados porque sus familiares fueron muertos, secuestrados, perseguidos o amenazados. El historiador, casi siempre, se ve compelido a hacer la macabra cuenta de estas víctimas.