
Olvida la imagen elegante de paseos con sombrillas y declaraciones románticas a la luz de las velas. El mundo de las citas victorianas estaba lleno de reglas absurdas, miradas calculadas, visitas supervisadas, cartas revisadas por media familia y un nivel de incomodidad emocional que hoy sería motivo de terapia semanal. Entre normas sociales imposibles, expectativas contradictorias y rituales que harían sonrojar incluso a un manual de etiqueta, enamorarse en la época victoriana era menos un acto de pasión… y más una actividad de alto riesgo.
Una historia tranquila sobre un romance que nunca fue tranquilo.
Historia Aburrida para Dormir – Historias suaves sobre vidas difíciles.