
Desde las calles de tierra del noreste de Brasil hasta los estadios más grandes del mundo, Marta creció enfrentando prejuicios, jugando descalza y soñando con un balón que a veces ni siquiera era una pelota. Con pasión, disciplina y una sonrisa imparable, se convirtió en la mejor futbolista de la historia y en un símbolo para las niñas de todo el planeta.
Un capítulo que enseña que los sueños no tienen género y que el talento florece cuando se riega con valentía.