
Desde una infancia difícil hasta convertirse en la mejor gimnasta de todos los tiempos, Simone Biles aprendió que la verdadera fuerza no solo está en los músculos, sino también en el corazón. En los Juegos Olímpicos de Tokio demostró al mundo que cuidar de uno mismo también es un acto de valentía.
Un capítulo que enseña que los campeones no solo ganan medallas, también aprenden a escuchar su mente, a cuidar su alma y a levantarse más fuertes que nunca.