
«Mira, hago nuevas todas las cosas»
(Apocalipsis 21, versículo 5)
Casi al final del último libro de la Biblia, el Señor nos dirige estas palabras de esperanza que tienen la fuerza de deshacer nuestras inercias estériles para abrirnos a la novedad fecunda de Dios.
Creo que todos hemos vivido alguna vez la experiencia del desánimo, provocada al constatar nuestra persistente fragilidad y dificultad para vivir las cosas de un modo diferente. Nos pesan nuestros malos hábitos y rutinas, y pensamos que ya nada puede cambiar. Es cierto que una clave importante para ser feliz se basa en la capacidad de aceptación de la realidad. Sin embargo, constato que, a veces, se confunde esa sana aceptación con una insana resignación.
Creemos en un Dios que es amor, y el amor siempre saca lo mejor del amado. Hace tiempo escuché una frase que me acompaña desde entonces: «Dios te quiere como eres, pero te sueña mejor». Descubramos ese sueño de Dios y dejemos que sea él, con el poder de su amor, el que haga nuevas todas las cosas.