
El mensaje compara la enseñanza espiritual con la manera en que un maestro entiende la mente de un niño en el aula. Así como el maestro debe adaptarse al nivel del estudiante para explicarle correctamente —como en el ejemplo del niño que confundía las frutas en un problema de matemáticas— los creyentes también deben aprender a comunicarse al nivel de las personas que desean alcanzar para Cristo.
Jesús en Juan 4 sirve como el modelo perfecto. Él se encuentra con la mujer samaritana junto al pozo y entra en su mundo: su cultura, su horario, sus responsabilidades y su manera de pensar. Aunque ella responde desde su trasfondo histórico, social y religioso —la rivalidad entre judíos y samaritanos, la división de los reinos, la mezcla de culturas, la diferencia de lugares de adoración— Jesús no la corrige con dureza ni con superioridad. En lugar de eso, la guía paso a paso, usando sus preguntas y su nivel de entendimiento para llevarla a una verdad espiritual más profunda.
Jesús comienza hablando del agua natural porque eso era lo que la mujer entendía, y desde allí la conduce al concepto del “agua viva” que Él ofrece. Él no la confronta agresivamente; la acompaña en su proceso mental y espiritual. De la misma manera, los creyentes deben aprender a observar, escuchar y comprender el marco mental de quienes desean alcanzar, para así enseñar con claridad, paciencia, amabilidad y sabiduría.
El mensaje nos invita a imitar a Jesús: acercarnos al nivel del oyente, entender su contexto y llevarlo con amor hacia la verdad de Dios.