
El mensaje se basa en Efesios capítulo 4 y resalta la importancia de la unidad en la iglesia como reflejo del carácter de Dios. El apóstol Pablo enseña que los creyentes deben trabajar juntos, en amor y armonía, para edificar el cuerpo de Cristo. Cada miembro tiene una función distinta, pero todos contribuyen al crecimiento espiritual de la comunidad. La verdadera unidad no significa uniformidad, sino un compromiso espiritual en el vínculo de la paz. El predicador exhorta a los hermanos a ser diligentes (“solícitos”) en mantener esa unidad, recordando que la falta de unión debilita tanto a la familia cristiana como a la iglesia local. Así como el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son uno, los creyentes también deben vivir en comunión y propósito común, mostrando al mundo el amor de Dios. La enseñanza concluye con el Salmo 133, recordando que donde hay unidad, el Señor envía bendición y vida eterna.