
Hoy estaremos leyendo Jeremías 51-52, Hebreos 9:1-10 y Proverbios 12:21-28. En Jeremías 51 y 52, se cumple la palabra que Dios había declarado por medio de Su profeta: la caída de Babilonia y el fin del reino de Judá. En el capítulo 51, Jeremías anuncia el juicio final sobre Babilonia, aquella nación que había sido instrumento de corrección para Israel, pero que ahora sería destruida por su soberbia y su crueldad. Dios declara: “Yo soy el Señor, el Dios que defiende la causa de mi pueblo.” Babilonia, símbolo de poder humano y orgullo, sería derribada para que el mundo reconociera que solo el Señor gobierna sobre los reinos.El capítulo 52 relata de manera histórica la caída definitiva de Jerusalén. Nabucodonosor toma la ciudad, destruye el templo y lleva cautivo al pueblo. Todo parece perdido: el templo, los muros, la monarquía. Sin embargo, el libro termina con un pequeño rayo de esperanza: el rey Joaquín, después de años en prisión, es liberado y tratado con bondad en Babilonia. Aun en medio del juicio, la misericordia de Dios se asoma. Es una manera de recordarnos que Su fidelidad no termina con nuestras ruinas; Él siempre deja abierta la puerta de la restauración. Reflexiona: ¿Puedes reconocer la mano de Dios incluso en medio de la pérdida? ¿Estás confiando en que Su fidelidad permanece, aun cuando todo parece derrumbarse?
En Hebreos 9:1–10, el autor describe el tabernáculo y los rituales del antiguo pacto. Habla del Lugar Santo y del Lugar Santísimo, donde solo el sumo sacerdote podía entrar una vez al año con sangre para expiar los pecados del pueblo. Sin embargo, aclara que todo esto era una figura temporal, un símbolo de la obra que Cristo realizaría más adelante. Los sacrificios y las ceremonias no podían limpiar la conciencia del adorador, solo cubrían externamente el pecado. Pero el nuevo pacto, sellado con la sangre de Cristo, abre el acceso directo a la presencia de Dios.El mensaje es claro: ya no necesitamos rituales ni intermediarios humanos. Jesús abrió un camino nuevo y vivo, y su sacrificio no solo limpia por fuera, sino que transforma por dentro. Reflexiona: ¿Estás viviendo en la libertad del nuevo pacto o sigues atrapado en una fe ritualista? ¿Tu relación con Dios es una costumbre o una experiencia viva de Su presencia?
En Proverbios 12:21–28, la sabiduría enseña que el justo vive en paz y propósito, mientras que el impío cosecha preocupación y vacío. “El justo no sufrirá ningún mal, pero los malvados tendrán llenos los males.” La verdad sostiene al íntegro, mientras que la mentira trae inestabilidad. “El hombre prudente encubre su conocimiento, pero el corazón de los necios proclama necedad.” Finalmente, el proverbio concluye con una verdad profunda: “En el camino de la justicia está la vida; por ese camino se evita la muerte.” La justicia no solo es una conducta moral, sino un camino que conduce a plenitud y seguridad.