
Hoy estaremos leyendo Ezequiel 7-8, Hebreos 11:14-31 y Proverbios 14:21-30. En Ezequiel 7 y 8, Dios revela al profeta que el fin ha llegado para Israel. En el capítulo 7, el mensaje es claro y repetitivo: “El fin viene, el fin viene sobre los cuatro extremos de la tierra.” Ya no se trata de una advertencia lejana, sino de una realidad inminente. El pueblo había llenado la tierra de violencia, codicia e idolatría, y el juicio era inevitable. Pero más adelante, en el capítulo 8, Dios lleva a Ezequiel en una visión al templo de Jerusalén, y lo hace ver lo que ocurría en secreto: imágenes talladas de ídolos en las paredes, mujeres llorando a dioses falsos y sacerdotes adorando al sol. Todo esto, dentro del mismo lugar que debía ser consagrado a Su nombre.El pecado más grave no era lo que ocurría fuera del templo, sino dentro de él. Dios le muestra a Ezequiel que cuando el corazón se contamina con la idolatría, la adoración pierde su pureza y la presencia del Señor se aparta. Pero aun en medio del juicio, este mensaje no solo denuncia, sino que invita a examinar el corazón y a restaurar la verdadera adoración. Reflexiona: ¿Hay “ídolos escondidos” en tu vida que están ocupando el lugar de Dios? ¿Tu adoración nace de un corazón puro o está mezclada con distracciones y orgullo?
En Hebreos 11:14–31 continúa la historia de los héroes de la fe. Ellos confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra, esperando una patria celestial. Abraham ofreció a Isaac creyendo que Dios podía resucitarlo; Isaac bendijo a Jacob y a Esaú pensando en lo que vendría; Jacob bendijo a los hijos de José apoyado en su bastón; José habló de la salida de Egipto antes de morir; Moisés renunció a los placeres de Egipto para sufrir con el pueblo de Dios, porque consideró que la recompensa celestial valía más que las riquezas terrenales. Por la fe, el pueblo cruzó el mar Rojo, y por la fe cayeron los muros de Jericó. Incluso Rahab, la prostituta, fue salva por creer en el Dios de Israel.Cada una de estas historias muestra que la fe no es pasiva, sino obediente. La fe verdadera no se basa en resultados inmediatos, sino en la confianza de que Dios siempre cumple lo que promete, aunque el proceso duela o desafíe la lógica. Reflexiona: ¿Estás viviendo con la mirada puesta en lo eterno o en lo temporal? ¿Estás dispuesto a obedecer, incluso cuando no ves el resultado inmediato?
En Proverbios 14:21–30, la sabiduría nos enseña el poder del amor, la generosidad y la paz interior. “El que desprecia a su prójimo peca, pero bienaventurado el que se apiada de los pobres.” Dios mira con favor al que muestra misericordia. También dice: “El que planea el mal se extravía, pero el que planea el bien hallará amor y fidelidad.” Las decisiones guiadas por un corazón justo producen armonía y bendición. Finalmente, el proverbio declara: “El corazón apacible da vida al cuerpo, pero la envidia corroe los huesos.” La paz interior no solo bendice el alma, también da salud al cuerpo y claridad a la mente.