Escrito por el maestro Samael Aun Weor
Narración por Parsifal Flores Aguila
https://www.facebook.com/audiolibrosgnosticosEn el trabajo interior profundo, dentro del terreno de la estricta auto-observación
psicológica, hemos de vivenciar en forma directa todo el drama cósmico.
El Cristo Intimo ha de eliminar todos los elementos indeseables que en nuestro interior
cargamos.
Los múltiples agregados psíquicos en nuestras profundidades psicológicas gritan
pidiendo crucifixión para el señor interior.
Incuestionablemente cada uno de nosotros lleva en su psiquis a los tres traidores.
Judas, el demonio del deseo; Pilatos el demonio de la mente; Caifás, el demonio de la
mala voluntad.
Estos tres traidores crucificaron al señor de Perfecciones en el fondo mismo de
nuestra alma.
Se trata de tres tipos específicos de elementos inhumanos fundamentales en el drama
cósmico.
Indubitablemente el citado drama se ha vivido siempre secretamente en las
profundidades de la conciencia superlativa del ser.
No es pues, el drama cósmico propiedad del Gran Kabir Jesús como suponen siempre
los ignorantes ilustrados.
Los Iniciados de todas las edades, los Maestros de todos los siglos, han tenido que
vivir el drama cósmico dentro de sí mismos, aquí y ahora.
Empero, Jesús el Gran Kabir tuvo el valor de representar tal drama intimo
públicamente, en la calle y a la luz del día, para abrir el sentido de la iniciación a todos los
seres humanos, sin diferencias de raza, sexo, casta o color.
Es maravilloso que halla alguien que en forma pública enseñare el drama íntimo a
todos los pueblos de la tierra.
El Cristo Intimo no siendo un lujurioso tiene que eliminar de sí mismo los elementos
psicológicos de la lujuria.
El Cristo Intimo siendo en sí mismo paz y amor debe eliminar de sí mismo los
elementos indeseables de la ira.
El Cristo Intimo no siendo un codicioso debe eliminar de sí mismo los elementos
indeseables de la codicia
El Cristo Intimo no siendo envidioso debe eliminar de sí mismo los agregados síquicos
de la envidia.
El Cristo Intimo siendo humildad perfecta, modestia infinita, sencillez absoluta, debe
eliminar de sí mismo los asqueantes elementos del orgullo, de la vanidad, del engreimiento.
El Cristo Intimo, la palabra, el Logos Creador viviendo siempre en constante actividad
tiene que eliminar en nuestro interior, en sí mismo y por sí mismo los elementos indeseables
de la inercia, de la pereza, del estancamiento.
El Señor de Perfección acostumbrado a todos los ayunos, templado, jamás amigo de
borracheras y de grandes banqueteos tiene que eliminar de sí mismo los abominables
elementos de la gula.
Extraña simbiosis la del Cristo-Jesús; el Cristo-Hombre; rara mezcla de lo divino y de
lo humano de lo perfecto y de lo imperfecto; prueba siempre constante para el Logos.
Lo más interesante de todo esto es que el Cristo secreto es siempre un triunfador;
alguien que vence constantemente a las tinieblas; alguien que elimina a las tinieblas dentro
de sí mismo, aquí y ahora.
El Cristo Secreto es el señor de la Gran Rebelión, rechazado por los sacerdotes, por
los ancianos y por los escribas del templo.
Los sacerdotes le odian; es decir, no le comprenden, quieren que el Señor de
Perfecciones viva exclusivamente en el tiempo de acuerdo con sus dogmas inquebrantables.
Los ancianos, es decir, los moradores de la tierra, los buenos dueños de casa, la
gente juiciosa, la gente de experiencia aborrece al Logos, al Cristo Rojo, al Cristo de la Gran
Rebelión, porque éste se sale del mundo de sus hábitos y costumbres anticuadas,
reaccionarias y petrificadas en muchos ayeres.
Los...