En este episodio de Las Huellas de Carmela, Garbiñe Artetxe comparte un testimonio profundamente honesto y transformador sobre su lucha contra dos adicciones que marcaron su vida: la comida y el alcohol. Su historia es un viaje de caída, comprensión, responsabilidad y resurgimiento, protagonizado por la valentía de pedir ayuda y el aprendizaje más difícil de todos: tratarse con compasión. Garbiñe relata cómo la comida se convirtió en un refugio emocional cuando no sabía gestionar lo que sentía, un camino que la llevó a la obesidad mórbida y a un peso de 140 kilos. “Me estaba matando, pero aun sabiendo que me estaba matando, la adicción era más fuerte que yo”, recuerda. Tras una intervención quirúrgica que fue solo el inicio, comprendió que el origen del problema no estaba en el cuerpo, sino en la mente. Durante la pandemia, la vida volvió a ponerla a prueba al caer en otra adicción silenciosa y socialmente aceptada: el alcohol. Lo que empezó como una copa ocasional se convirtió en una necesidad diaria. Hasta que un día decidió actuar: “Fui a mi médica y le dije: creo que soy alcohólica. Pedí ayuda sin vergüenza.” Acompañada por seguimiento médico, terapia psicológica y una asociación especializada, inició un proceso profundo de sanación basado en la responsabilidad, el apoyo y, sobre todo, la autocompasión. “Lo mejor que puedes hacer por ti es tratarte con dulzura”, afirma. Hoy, Garbiñe vive con equilibrio, consciente de su vulnerabilidad, pero también de su fortaleza. Su mensaje final es una llamada urgente a actuar: “Si hay algo que no quieres hacer y aun así lo haces, es momento de pedir ayuda. La vida es cuestión de ya.” Un episodio necesario, humano y esperanzador que habla de adicciones, salud mental, compasión y segundas oportunidades.