
Pero de pronto el tiempo se detiene. Un coche negro antiguo casi le pega al panero. Pierde el control. Llama la atención su rugido porque parece un abejorro. Es un Ford de colección, de esos que estrenaron los abuelos. Una motocicleta velozmente cruza la calle. No le da tiempo a reaccionar. El abejorro la embiste de frente y solo eso lo detiene. Pero ya es muy tarde. La moto quedó debajo. El conductor voló sobre el auto. No llevaba casco. Su cráneo impactó el pavimento. Todos escuchamos cómo se rompió. La sangre empieza a teñir el pavimento. Se convulsiona. Queda en posición fetal. Ha cesado de moverse.
Sale del auto el conductor. Se tambalea. Es testigo del cuerpo moribundo. Palidece, vomita, se limpia la boca con la mano antes de echarse a correr.