
La familia no se construye sobre apariencias ni reparaciones superficiales, sino sobre fundamentos sólidos en Dios. El propósito del hombre no es alcanzar éxito ni comodidad, sino reflejar la gloria de Dios a través de liderazgo, responsabilidad y amor. Solo cuando el hombre vuelve a su fundamento en Cristo, puede sostener una familia sana y firme.