En 1 Samuel 1:6-18 RVR1960, encontramos a Ana, una mujer afligida por su incapacidad para tener hijos. En medio de su dolor, Ana derrama su corazón delante de Dios en oración, y hace un voto: si Dios le concede un hijo, ella lo dedicará completamente a Él. Pero, ¿fue este pacto lo que movió a Dios a concederle su milagro?

Es importante entender que Dios no actúa según nuestras promesas o intentos de negociación. Su voluntad es soberana, y Sus planes son perfectos. Ana no compró el milagro con su voto, sino que Dios, en Su misericordia y propósito eterno, ya tenía planeado bendecirla con un hijo, quien se convertiría en el profeta Samuel.

Este pasaje nos recuerda que no podemos manipular la mano de Dios con dinero, promesas o pactos. Dios no necesita nada de nosotros; lo que Él desea es un corazón rendido y una fe genuina. Ana mostró estas cualidades cuando oró con humildad, fe y sinceridad, confiando en que Dios escucharía su clamor.

Queridos hermanos, este relato nos invita a confiar plenamente en la voluntad de Dios. No debemos buscar milagros como resultado de nuestras acciones, sino aprender a someternos a Su plan perfecto, confiando en que Él siempre hará lo mejor para nosotros.

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