
Abraham no tenía hijos y su realidad decía lo contrario a la promesa de Dios. Sin embargo, Dios lo desafía a mirar más allá, a ver con los ojos de la fe.
La fe no se basa en lo que vemos, sino en lo que Dios ha prometido. A veces, nuestras circunstancias parecen imposibles, pero Dios nos llama a confiar en Su palabra.