
La primera parte del viaje de Israel culmina en el monte Sinaí, donde Dios les dio la ley. Pero antes de entregarla, ya los había rodeado de bienes, mostrando su cuidado tierno; y en el mismo momento en que la ley sería dada, desplegó su poder, su gloria y su grandeza, para que la recibieran con la actitud correcta: confianza en su cuidado y temor reverente ante su majestad. Y aquí hay una lección: no todo en la vida espiritual tiene que ser inmediato, práctico o accionable; no siempre es «vamos a lo que vinimos». Hay capítulos como este que existen para preparar el corazón. Nada sobra. Todo tiene un propósito. Sí, llegaremos a la ley en Éxodo 20, pero primero está la preparación.