Te llevaré hasta que lo hagas por ti mismo. Margarita Escudero.Es diseñadora de interiores con maestría en arquitectura, pero su verdadera pasión ha estado siempre en el agua. Con más de 40 años nadando y 6 en aguas abiertas, ha convertido la disciplina en estilo de vida. Desde niña entrenaba antes del amanecer, compitiendo a nivel nacional y enfrentando retos como la dislexia con tenacidad y constancia.Ha cruzado mares, lagos y fronteras mentales. Fue la primera mujer en ocupar la presidencia de un Club Rotario a nivel mundial a los 28 años, y ha logrado podios internacionales en competencias como Oceanman en Italia y Grecia. Pero su mayor logro ha sido nadar junto a su hijo Andréu, con neurodivergencia, enseñándole que no hay límites cuando se nada con amor.

Margarita no solo rompe marcas, rompe paradigmas. Cree en el poder de la mente, en el valor de la preparación y en el impacto de compartir la pasión. Hoy, su historia inspira a nuevas generaciones a encontrar lo que los mueve y a seguir nadando… incluso cuando el mar se agita.Pasión por la natación desde la infanciaMargarita comenzó a nadar desde los dos años, como muchos niños, por seguridad y aprendizaje básico. Sin embargo, desde muy joven desarrolló una conexión especial con el agua. La adrenalina de competir, la sensación de velocidad y el reto físico la atraparon. A los 10 años ya entrenaba a las 5 de la mañana, desayunaba en el coche y luego iba a la escuela. Por las tardes hacía ballet, atletismo y volvía a entrenar. Su vida giraba en torno al deporte, no por obligación, sino por pasión.Disciplina y mentalidad de crecimientoAunque no llegó a competencias internacionales, Margarita compitió a nivel nacional y considera ese recorrido valioso. Su historia está marcada por la disciplina, la constancia y el deseo de superarse. En su casa, su padre la impulsaba a ser la mejor en lo que hiciera, mientras su madre le enseñaba a terminar lo que empezaba. Ese equilibrio formó su carácter.Además, Margarita reconoce que no tenía un talento natural como su hermano, pero sí una gran dedicación. Esta diferencia la llevó a esforzarse más, a entrenar con tenacidad y a superar incluso una dislexia que afectaba su coordinación. La natación fue su herramienta para desarrollar habilidades físicas y mentales que le permitieron avanzar.La mente como motor en aguas abiertasAl pasar de la natación en alberca a las aguas abiertas, Margarita descubrió un nuevo nivel de reto. En competencias de larga duración (4 a 6 horas nadando), el cuerpo ya está entrenado, pero lo que realmente se pone a prueba es la mente. Ella entrena su concentración, visualiza la competencia, estudia el mar, la marea, la ruta, y se prepara emocionalmente.Durante el nado, se desconecta del entorno y se conecta consigo misma. Se cuenta historias, recuerda momentos, conversa internamente. Para ella, la natación es un espacio de introspección profunda: “En el agua no hay escapatoria, no puedes huir de ti mismo”.El nado con su hijo Andréu: una historia de inclusión y amorUno de los momentos más emotivos de la entrevista es cuando Margarita relata cómo nadó con su hijo Andréu, quien tiene una neurodivergencia. Lo llevó amarrado a su cintura en una lancha durante una competencia, para que él también pudiera cruzar una meta, recibir aplausos y sentirse parte del evento.Este gesto se convirtió en una recaudación de fondos para terapias en su escuela. Más adelante, Andréu comenzó a nadar por sí mismo, convirtiéndose en un ejemplo de superación para otros jóvenes. El lema que usaron fue: “Te llevaré hasta que lo hagas por ti mismo”.El reto del mundial y la lección del controlMargarita se propuso clasificar al mundial de Oceanman, una competencia internacional de aguas abiertas. Se preparó durante un año con rigurosidad: alimentación, entrenamiento, visualización, logística. Clasificó en Italia y llegó al mundial con todo bajo control.

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