
Seguramente has visto al niño que en casa es un torbellino de habla y juegos, pero en clase baja la mirada y se queda en silencio cuando la profesora pregunta. Esto no siempre es timidez ni desinterés; la psicología infantil revela muchas capas detrás del “mejor me callo”.
El cuerpo se pone en modo alarma: levantar la mano no es solo pensar la respuesta, es sentir todas las miradas, la voz temblorosa, el corazón acelerado. Algunos niños experimentan esta situación como un peligro, con adrenalina y ganas de escapar o congelarse.
Temperamento inhibido: hay niños más sensibles a los estímulos externos, cuyo cerebro reacciona con mayor intensidad a las miradas y situaciones nuevas, lo que refuerza el silencio como escudo.
Experiencias negativas: haber sido ridiculizados, corregidos bruscamente o comparados puede hacer que callar se convierta en la estrategia más segura.
Ambiente escolar: un aula competitiva, con prisas y correcciones públicas puede bloquear a estos niños, mientras que un entorno que da tiempo para pensar y valor que se expresen reduce el miedo.
Ansiedad social y miedo a fallar: en muchos casos, el silencio esconde ansiedad social, con niños responsables y atentos que piensan mucho antes de hablar.
Que un niño no participe no significa que no aprenda. Muchos procesan la información de otra manera y su silencio es un mensaje de que necesitan sentirse seguros para atreverse. Forzar con amenazas sólo fortalece el miedo.
La clave está en crear espacios donde los niños sientan que su voz importa. Con paciencia y apoyo, la mayoría participará cuando estén listos, porque detrás de cada “no me atrevo” hay un montón de ideas esperando su momento.
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Tags: niños, psicología infantil, timidez, participación escolar, ansiedad social, educación, apoyo, desarrollo emocional, aprendizaje, aula