
En el vasto Atlántico Norte, alejada de todo puerto habitado y envuelta por olas y vientos furiosos, se encuentra Rockall, un islote de apenas 25 metros de ancho y 17 metros de alto que parece diseñado para expulsar a cualquier intrépido. Pero más allá de su inhóspito aspecto y su soledad extrema, esta roca afilada protagoniza una historia fascinante y llena de tensión que va desde la Guerra Fría hasta las disputas contemporáneas por recursos naturales. Hoy en "Poco nos pasa" nos adentramos en el misterio de la piedra más remota del mundo... que un día quisieron robar.
Fue en 1955 cuando Gran Bretaña decidió tomar posesión formal de Rockall. La reina Isabel II dio la orden y la Marina Real Británica envió al HMS Vidal para izar la bandera en la isla. Lo que parecía una tarea sencilla se convirtió en un desafío de paciencia y resistencia, pues las violentas rachas de viento impidieron que los marineros pusieran un pie tranquilamente. Aun así, lograron la llamada “conquista de Rockall”, que se convertiría en el último territorio oficialmente reclamado por el Imperio Británico.
¿Por qué tanta obsesión por un trozo de granito en medio del océano? La clave está en la Guerra Fría. La OTAN y la URSS se disputaban el Atlántico Norte, y tener el control de Rockall permitía vigilar el tráfico submarino y proteger estratégicamente la base de misiles nucleares cercana en las Hébridas. El islote era un faro rocoso para la defensa y para frustrar cualquier intento de espionaje o instalación enemiga en la zona.
Pero la historia no acaba cuando la Guerra Fría se terminó. Rockall pasó de ser una pieza estratégica militar a un activo económico de gran interés. Su lecho marino y sus aguas esconden dimensiones importantes de petróleo y riqueza pesquera, con especies valiosas como el rape y el calamar. Esto generó fricciones diplomáticas con países vecinos como Islandia, Irlanda y Dinamarca, ya que la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar establece que un islote deshabitado no puede ampliar las fronteras marítimas del que lo reclama.
En 2019, por ejemplo, Escocia tuvo que advertir a barcos irlandeses por pesca ilegal en la zona, mientras Islandia reclamaba sus derechos sobre el área... un auténtico tablero de ajedrez con millones en juego. Los roces continúan incluso tras el Brexit, con la presión aumentando sobre el gobierno irlandés para proteger la actividad pesquera.
Rockall es un lugar único: inhóspito, casi imposible de habitar, pero inmensamente codiciado por razones que combinan la historia, la estrategia y la economía. Así que, aunque pocos lo conozcamos, este peñasco sigue siendo una pieza central en disputas que afectan el equilibrio entre vecinos y la soberanía en las aguas del Atlántico Norte.
Y recuerda que por mucho que suceda... poco nos pasa.
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tags: Rockall, Atlántico Norte, geopolítica, Guerra Fría, Reino Unido, pesca, petróleo, disputas territoriales, historia contemporánea, poco nos pasa