
Jesús fue 100% humano. El presente pasaje lo pone en total evidencia.
Contrario a las filosofías gnósticas y docetistas, que pensaban que Jesús había venido solo en
espíritu, porque la materia era mala, él demostró poseer un cuerpo con todas las necesidades
propias de todos los seres humanos. Y una de las mejores maneras de demostrar su humanidad
fue cuando lo invitaban a comer. Por esa razón lo criticaron como “comelón y bebedor” (Mateo
11:19). Literalmente los fariseos lo tildaron de “glotón y borracho”; pero, si bien Jesús iba a
banquetes y fiestas, él no era un glotón ni un borracho. La Biblia no nos dice que Jesús tuviera
problemas estomacales por comer mucho, ni se enfermaba o engordaba. Para Jesús, esas
invitaciones eran ocasiones de relacionarse con la gente. La comparación vino porque Juan el
Bautista era todo lo contrario. La dieta de Juan, por ser nazareo, consistía en miel silvestre y
langostas (Mateo 3:4). Por cierto, cuando uno lee que Juan comía “langostas” pronto piensa en
exquisitez, solo para algunos afortunados.