En este episodio se comparte una verdad profunda: lo importante no es cuánto una persona ame a Dios, sino cuánto Dios la ama a ella. La Biblia revela que ese amor es tan ancho, tan largo, tan alto y tan profundo que resulta imposible comprenderlo por completo. Es un amor que se expresa en paciencia, bondad, verdad, confianza, esperanza y perseverancia, y que nunca se manifiesta con egoísmo, rencor o arrogancia. Cristo mismo fue la expresión perfecta de ese amor, entregando su vida como la mayor demostración. Y de esa experiencia surge un llamado: así como Dios amó primero, ahora cada creyente está invitado a amar a los demás con un amor que transforma y da vida.