
Todo aquello que no es de Dios, pero que afecta nuestras vidas, será desarraigado. Nuestro Jesús nos ha dado autoridad sobre toda fuerza del mal. Por medio de la oración, de la guerra espiritual, de la fe, de la autoridad que tenemos como hijos de Dios, nada es difícil o imposible. Toda raíz será desarraigada en el nombre de Jesús.