
Una de los privilegios más hermosos que Dios nos puede dar es el de ser padres. Es un privilegio que trae consigo una gran responsabilidad y es el poder amar como Cristo nos ama a nosotros. Los hijos siempre estarán esperando no solo que les comuniquemos cuanto amamos, sino que le demostremos ese amor del cual siempre hablamos. Pero el amor no se queda en nuestros hijos, también se lo debemos demostrar a ese esposo o esposa que es quién seguirá con nosotros cuando ya los hijos no estén. Valora a la familia que Dios te entregó.
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