
A la salida de Salvatierra, donde las sombras parecían cobrar vida al caer la nohe, se susurraba la leyenda de un ser que se aparecia en un Arbol. Se decía que en una huerta al borde del rio Lerma, un animal de pelaje negro como la obsidiana aguardaba, marcado por una maldición ancestral. Su rebuzno, agudo y desgarrador, resonaba como un lamento perdido en el viento, mientras los habitantes evitaban acercarse, temerosos de su poder.
Sus voces se unieron al eco del rebuzno, y las monedas, relucientes en la oscuridad, parecían atraer a los incautos a un destino aterrador. Nadie sabía que el precio de ese deseo era mucho más que lo que aparentaba...