
En un mundo que constantemente enfría la fe y apaga la pasión por Dios, estamos llamados a mantener vivo el fuego que Él encendió en nuestros corazones. Esta prédica es una invitación a despertar del letargo espiritual, a revisar nuestras prioridades, y a volver a una relación vibrante con el Espíritu Santo. No se trata de emociones pasajeras, sino de una entrega diaria y profunda que transforma. Si sentís que tu fuego se apagó o que solo quedan brasas, este mensaje puede ser el soplo que necesitás para volver a arder con propósito, poder y amor.