
¿Qué hace a un conquistador inolvidable? ¿La vastedad de sus imperios… o la ambición que nunca conoció límites? Esta no es una historia común. Es la del rey macedonio que a los veinte años heredó un trono, y en poco más de una década cambió el mapa del mundo.
Alejandro. El joven que fue alumno de Aristóteles, el general que nunca perdió una batalla, y el hombre que soñó con unir Oriente y Occidente bajo su nombre. Algunos lo llaman el más grande estratega de la historia. Otros, un tirano cegado por la sed de poder.
Imagina esto: un príncipe marcado por la sombra de su padre, que se lanza a conquistar Persia, Egipto, la India… y más allá. Un hombre que funda ciudades con su nombre, que se proclama hijo de los dioses, y que desafía no solo a ejércitos enteros, sino al propio destino. ¿Héroe visionario? ¿Rey megalómano? ¿O un soñador que buscaba la eternidad en vida?
Bucefalo, el caballo indomable. Darío, el rey derrotado. Hefestión, el compañero inseparable. Un imperio efímero que ardió como una llama brillante y se desvaneció tras su muerte. ¿Historia de gloria? ¿Tragedia personal? ¿O el eco de un sueño imposible que aún resuena en la memoria del mundo?
Alejandro no fue solo un conquistador. Fue un símbolo de ambición, de fusión cultural, de grandeza y de fragilidad. En vida, fue adorado como un dios. Tras su muerte, su imperio se desmoronó en guerras interminables. Y, sin embargo, su nombre nunca murió.
¿Fue Alejandro un genio militar, un déspota insaciable, o un visionario que quiso unir al mundo bajo un solo destino? Acompáñanos a descubrir el mito, la gloria y la tragedia del hombre que llamaron “Magno”.
Esta es la historia de Alejandro.