
Contempla el Amor, mírate en el Amor, mira el Amor en ti. Somos Amor del Amor. Somos como una gota de agua que recorre el lecho del río, levanta el vuelo en las nubes, que se expande por toda la tierra, que se une a la creación para bendecir y ayudar a dar frutos y semillas. El capullo del egoísmo se aferra a una piedra, al fondo del río, del océano, no alcanza la altura de la nube o el horizonte de la tierra misma. Por eso vivir en el egoísmo paralizas y cubres al Amor.
Alma mía, el ánimo que corre en nuestra vida es el Amor que da vida. Pues el Espíritu Santo encarnado es la Vida, el Camino y la Verdad. Es Amor, Espíritu del Padre y Cristo. Viene a nuestro encuentro para que dejemos de aferrarnos al egoísmo y vivamos vida que viene del amor, por los siglos de los siglos, en la eternidad de su presencia.
La octava decisión a meditar es: arrastrar en cada paso la cadena de la esclavitud o la libertad.
La libertad es otro de los dones que Dios nos ha concedido desde el día que somos concebidos. La verdad nos hará libres y mantenernos en la verdad lo hace. Pero la libertad no es la capacidad de decidir, sino el uso de la decisión para lograr un bien superior y que bien mayor hay que el amor. Cuando decidimos enojarnos con alguien nos convertimos en sus esclavos, estamos muy atentos a lo que diga, haga o deje de hacer. Cuando guardamos el rencor o el resentimiento, también nos esclavizamos al pasado, guardamos en bolsas, algunas veces gigantes, toda esa basura de ofensas y deudas y la arrastramos por años. ¿Hasta cuántas veces sacarías la basura de tu casa? Hasta setenta veces siempre, cada vez que suene la campana... Pues has lo mismo con tus ofensas y deudas, perdónalas, reconcíliate en verdad y en verdad serás libre. Cada vez que suene la campana del templo llamando a la Santa Misa, prepara rencores y resentimientos y los temores que tengas a la mano y llévalos a ofrecerlos al altar del sacrificio del Amor. Al momento en que es el ofertorio, cuando levanten el pan entrega tu trabajo y tus alegrías y cuando levanten el vino entrega ofensas, rencores, resentimientos, dolor, sacrificio. Para que así Cristo transforme ese pan y ese vino en su cuerpo y su sangre. Que doloroso debe ser que llegue el Salvador y solamente le entreguen cantos y alabanzas y escondamos penas, debilidades, duelo y sufrimiento que nos esclaviza. Venir desde la gloria y encontrar nuestra falta de confianza en su misericordia. “Jesús en ti confío”. Acaso el preso, ¿olvida la puerta de salida? ¿Deja de solicitar que aboguen por su causa? Los pueblos que viven en esclavitud ¿dejan de esperar su liberación?. En la luz que nuestro espíritu recibe del Espíritu Santo viene el llamado a la libertad. El Amor del Padre Nuestro y Cristo, es el Espíritu Santo, es la misericordia que nos llama a decidirnos, a ser libres y salvar a mi prójimo de la esclavitud, de mis juicios o de cualquier condena. Perdonar es decidirse a encontrar la libertad, ayudar a pararse de la parálisis, tomar la esclavitud donde vivimos y caminar en el Amor, en la verdad que nos hará libres.
(Mateo 9, 4:6) Y Jesús, conociendo sus pensamientos, dijo: ¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones? Porque, ¿qué es más fácil, decir: ``Tus pecados te son perdonados, o decir: ``Levántate, y anda? Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados (entonces dijo al paralítico): Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa.