Cuando se decretó el confinamiento por la pandemia de COVID, en marzo de 2020, los niños del colegio Gabriel García Márquez de Tres Cantos, en Madrid, preparaban una obra de teatro sobre la Primera Vuelta al Mundo para conmemorar su quinto centenario. Era una representación en tres actos que, a través de un viaje en el tiempo, llevaba a los espectadores a conocer cómo se gestó la aventura de Magallanes y Elcano.
Una de las primeras cosas en las que pensaron los alumnos fue en que no podrían representar la obra, porque no podrían ensayar y porque el cole no se abriría probablemente hasta el curso siguiente, así que les propusimos convertir el fabuloso texto en una ficción sonora.
Les impartimos una formación básica en interpretación de voz y en grabación mediante vídeos que les hacíamos llegar a través de sus profesoras. Les dimos algunos trucos para mejorar la acústica de los espacios en los que debían grabar, para entender a sus personajes y para configurar los micrófonos de sus teléfonos móviles o sus ordenadores.
Cada uno sonaba distinto, porque lo grabaron en sus cuartos, o en la cocina, en el baño, en la terraza justo después de los aplausos a los sanitarios, en el coche en el garaje… Y todo durante el confinamiento, treinta y dos voces grabadas en treinta y dos lugares distintos con treinta y dos dispositivos diferentes. ¿Tendría calidad suficiente? ¿Habría fluidez en la dramatización, si no podían darse la réplica unos a otros? Pues la verdad es que no nos importaba demasiado, porque lo realmente interesante era que lo hubieran hecho, que se convirtiera para los niños en un reto, en una actividad enriquecedora, novedosa, durante el tiempo que todos permanecíamos encerrados en nuestras casas. Aun así, nos sorprendió el resultado.
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Cuando se decretó el confinamiento por la pandemia de COVID, en marzo de 2020, los niños del colegio Gabriel García Márquez de Tres Cantos, en Madrid, preparaban una obra de teatro sobre la Primera Vuelta al Mundo para conmemorar su quinto centenario. Era una representación en tres actos que, a través de un viaje en el tiempo, llevaba a los espectadores a conocer cómo se gestó la aventura de Magallanes y Elcano.
Una de las primeras cosas en las que pensaron los alumnos fue en que no podrían representar la obra, porque no podrían ensayar y porque el cole no se abriría probablemente hasta el curso siguiente, así que les propusimos convertir el fabuloso texto en una ficción sonora.
Les impartimos una formación básica en interpretación de voz y en grabación mediante vídeos que les hacíamos llegar a través de sus profesoras. Les dimos algunos trucos para mejorar la acústica de los espacios en los que debían grabar, para entender a sus personajes y para configurar los micrófonos de sus teléfonos móviles o sus ordenadores.
Cada uno sonaba distinto, porque lo grabaron en sus cuartos, o en la cocina, en el baño, en la terraza justo después de los aplausos a los sanitarios, en el coche en el garaje… Y todo durante el confinamiento, treinta y dos voces grabadas en treinta y dos lugares distintos con treinta y dos dispositivos diferentes. ¿Tendría calidad suficiente? ¿Habría fluidez en la dramatización, si no podían darse la réplica unos a otros? Pues la verdad es que no nos importaba demasiado, porque lo realmente interesante era que lo hubieran hecho, que se convirtiera para los niños en un reto, en una actividad enriquecedora, novedosa, durante el tiempo que todos permanecíamos encerrados en nuestras casas. Aun así, nos sorprendió el resultado.
Cuando se decretó el confinamiento por la pandemia de COVID, en marzo de 2020, los niños del colegio Gabriel García Márquez de Tres Cantos, en Madrid, preparaban una obra de teatro sobre la Primera Vuelta al Mundo para conmemorar su quinto centenario. Era una representación en tres actos que, a través de un viaje en el tiempo, llevaba a los espectadores a conocer cómo se gestó la aventura de Magallanes y Elcano.
Una de las primeras cosas en las que pensaron los alumnos fue en que no podrían representar la obra, porque no podrían ensayar y porque el cole no se abriría probablemente hasta el curso siguiente, así que les propusimos convertir el fabuloso texto en una ficción sonora.
Les impartimos una formación básica en interpretación de voz y en grabación mediante vídeos que les hacíamos llegar a través de sus profesoras. Les dimos algunos trucos para mejorar la acústica de los espacios en los que debían grabar, para entender a sus personajes y para configurar los micrófonos de sus teléfonos móviles o sus ordenadores.
Cada uno sonaba distinto, porque lo grabaron en sus cuartos, o en la cocina, en el baño, en la terraza justo después de los aplausos a los sanitarios, en el coche en el garaje… Y todo durante el confinamiento, treinta y dos voces grabadas en treinta y dos lugares distintos con treinta y dos dispositivos diferentes. ¿Tendría calidad suficiente? ¿Habría fluidez en la dramatización, si no podían darse la réplica unos a otros? Pues la verdad es que no nos importaba demasiado, porque lo realmente interesante era que lo hubieran hecho, que se convirtiera para los niños en un reto, en una actividad enriquecedora, novedosa, durante el tiempo que todos permanecíamos encerrados en nuestras casas. Aun así, nos sorprendió el resultado.
