Se llama Olivier Sáez. Hijo de un riojano y una madre francesa, ha vivido entre fronteras y acentos: País Vasco, Madrid, Pau, Londres… y ahora París, donde reside la mayor parte del año. Pero su corazón late también al ritmo del jazz y al compás del jai-alai, esa mezcla de arte y vértigo que le fascina desde hace años. A través de YouTube, EITB o en sus escapadas a Gernika, sigue la actualidad de la cesta-punta con la mirada curiosa de quien observa desde fuera, pero siente desde dentro. Con Olivier he charlado de música, literatura y jai-alai, de lo que une a esas tres pasiones: el ritmo, la precisión, la emoción. En tiempos de cambio para la cesta-punta, voces como la suya son necesarias. Porque este deporte, esta cultura, necesita también de los outsiders, de los que miran con otros ojos y ayudan a que la comunidad crezca, se escuche y se reinvente.