
Con Hasan en Gaza llegó a Locarno 2025 como una pieza incómoda y necesaria. El documental no solo retrata la cotidianidad rota por las bombas, sino que hace memoria en tiempo real: la cámara se convierte en testigo y denuncia. Lo que empezó como un sistema de control y segregación —el apartheid que durante décadas la comunidad internacional decidió nombrar con sordina— se ha desbordado en un genocidio transmitido en directo, y el filme lo asume con una serenidad que duele.
Este no es un trabajo de exotismo bélico ni de compasión turística: es historia, una película que probablemente se estudie cuando se quiera entender cómo el cine sobrevivió al silencio cómplice. Hasan no habla para la estadística ni para los titulares; habla para la posteridad, y su voz, frágil y obstinada, es la grieta por donde entra la luz en un tiempo de tinieblas.