
Vivimos en un mundo que corre desenfrenado. En esta época, el bullicio comercial y la prisa a menudo ahogan la verdadera adoración. Sin embargo, el Señor nos concede una pausa necesaria: el Día de Acción de Gracias. Es una hermosa oportunidad para detenernos, pero debo preguntarte: ¿Es tu gratitud meramente una respuesta a la comida en la mesa o al techo sobre tu cabeza? ¿O brota de una fuente eterna e inagotable? Esta reflexión es un preámbulo para preparar nuestro espíritu para el Adviento. Es un llamado a que una gratitud anclada en el Evangelio prepare el terreno de tu corazón para recibir la Luz que venció a las tinieblas.