La verdadera experiencia religiosa no impone cargas ni distancia; crea comunión y sentido
La fe es dejarnos guiar por es voz interna que trasciende nuestro Yo
Cuando nos abrimos a Dios encontramos la verdad sobre nosotros mismos
El alma necesita a Dios para ser ella misma
En medio del caos, Dios no está ausente sino presente de otra manera
Nos transformamos iluminando e integrando la oscuridad, no fantaseando sobre la Luz
El alma para crecer necesita fuego y forma. El misterio es tesoro y la institución vasija de barro. Estamos invitados a quedarnos con el tesoro, no con el barro
La religión es el lenguaje natural del alma. Este lenguaje se nutre de forma y fuego.
La fe no es un dato. Es una experiencia que llena la vida de sentido
Solo vive plenamente quien ama
La belleza es la encarnación de lo divino en lo sensible. Este misterio lo puede contemplar quien tiene una mirada reconciliada con la vida y consigo mismo, quien se deja habitar por la grandeza y no por la bajeza de sus instintos
La gratitud no cambia las circunstancias difíciles de la vida pero, nos ayuda a mantener la consciencia del que el bien continúa fluyendo
Solo el alma que presta atención a lo invisible está lista y disponible para amar. Lo esencial es invisible a los ojos pero, no al corazón
Cuidar el cuerpo, escuchar lo que tiene para decirnos es una forma de presencia y atención encarnada
El alma se nutre de aquello a lo que presta atención
El silencio es un reclamo del alma que no se resigna a una vida sumida en la distracción
Cuando miramos de verdad al otro, él se convierte en sacramento del Misterio
Recuperar la atención es un modo de volver a lo esencial, donde el alma se siente mirada y amada
Sin discernimiento interior, la comunicación digital puede convertirse en distracción y vaciamiento interior