
Después de la segunda meditación con mis hermanos de la Ciencia de la Espiritualidad, tuve mi despertar espiritual. Fue justo después de abrir los ojos al terminar mi sesión, que empecé a sentir que algo había cambiado en mi, y era algo que jamás había sentido. Una alegría exorbitante emanaba de mi interior, como cuando te enamoras de alguien, como cuando le dices a ese alguien te amo y te responde igual. Era algo así pero multiplicado por una cantidad difícil de cuantificar, difícil de medir; multiplicado por infinito tal vez.