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Evangelio Diario 18 de Noviembre Mons Enrique Diaz #Evangelio
Evangelio Diario 17 de Noviembre Mons Enrique Diaz #Evangelio
XXXIII Domingo Ordinario
Malaquías 3, 19-20: “Brillará para ustedes el sol de justicia”
Salmo 97: “Toda la tierra ha visto al salvador”
Tesalonicenses 3, 71-2: “El que no quiera trabajar, que no coma”
San Lucas 21, 5-19: Si perseveran con paciencia, salvarán sus vidas”
Ante la muerte de un grupo de jóvenes cruelmente asesinados, me preguntaban algunos
de sus parientes: “¿Están en el cielo nuestros muchachos? ¿Cómo puedo tener certeza
de que están con Dios? No puedo creer que se han ido. Los contemplo y me preguntó
qué hay más allá”.
Pregunta inquietante también para toda persona: ¿qué hay en el más allá? Jesús muchas
veces habló de la vida que hay después de la muerte. Siempre lo hizo con parábolas e
imágenes que nos invitan a una participación plena con el Padre pero que nos dejan
muchas lagunas en cuanto a la forma concreta de la vida que tendremos más allá.
Tenemos mucha curiosidad y muchas dudas, sobre todo cuando sufrimos la pérdida de
un ser querido o hemos estado en inminente peligro de muerte. El pasaje que hoy
escuchamos nos da pistas, no para descubrir cómo será el cielo, sino para enseñarnos la
forma en que debemos llevar la vida en vistas al final que se avecina.
Tres actitudes muy precisas nos recomienda hoy Jesús. La primera va en relación a
las seguridades que tenemos y a los valores que las sustentan. Nada más importante
para un judío que el templo pues significaba la presencia de Dios que los acompañaba,
sostenía y protegía en toda su historia. Sin embargo, para muchos de ellos la
arquitectura y el poder de la religión habían desplazado la fe y habían convertido los
sacrificios, los rituales y la construcción en signos más poderosos que el mismo Dios de
Israel. Por sus rituales dejaban a un lado los mandamientos más importantes pedidos
como verdadero culto: la misericordia y la justicia social. Que Cristo les diga que será
destruido, es para ellos una verdadera blasfemia, pero para Jesús es rectificar y dejar
bien claro que si el templo no posibilita una relación con Dios y con los hermanos, si
provoca divisiones sociales y relaciones injustas, no puede ser el sostén de la religión.
Se deja a Dios por un templo material. Llamada de atención también para nosotros que
ponemos muchas veces nuestra confianza no en la presencia de Dios, no en la relación
con los hermanos, sino en las estructuras materiales que subyagan y esclavizan.
Con los desastres ecológicos sufridos en algunos estados, han llegado también
interpretaciones alarmistas sobre los últimos días. Profetas que se atribuyen
conocimientos del fin del mundo y que tratan de infundir miedo para conseguir sus
propios fines. Las palabras de Jesús hoy nos ponen en alerta. Nadie puede decir “yo
soy”, pues está apropiándose el nombre divino. Nadie será dueño del tiempo y la
eternidad, sino solamente Dios. Es cierto que habrá persecuciones y divisiones, que
habrá desastres, pero nuestra confianza debe estar bien firme en el Señor. Ya San Pablo
reprendía a los habitantes de Tesalónica que pensando que el reino estaba ya próximo,
dejan de esforzarse y se dedican a la ociosidad. La Venida del Reino, lejos de
excusarnos de nuestras obligaciones, nos llena de mayor entusiasmo y de esperanza para
trabajar con más dedicación en su construcción. De ningún modo el pensar en la eternidad nos puede llevar a descuidarnos en nuestra tareas o a angustiarnos por lo que
vaya a pasar. Jesús nos llama a la verdadera esperanza que construye y dinamiza, que
se sostiene en la presencia eficaz de nuestro salvador en medio de todas las dificultades.
Cuando reconocemos que la violencia ha alcanzado límites insospechados se hace
necesario recordar estas palabras. No podemos darnos por vencidos sin poner todo
le estamos dando a las cosas, a las personas y a Dios. Amén
15 Noviembre
San Alberto Magno
San Leopoldo
Sabiduría 18, 14-16; 19, 6-9: “En medio del mar Rojo apareció un camino plano y ellos
brincaron como corderos”
Salmo 104: “Recordemos los prodigios del Señor”
San Lucas 18, 1-8: “Dios hará justicia a sus elegidos que claman a Él”
“Búsqueda de la justicia” podríamos llamar a la parábola que hoy nos narra Jesús. Para Él es
muy claro que hay en el mundo personas injustas y que no es fácil conseguir la justicia. Nos
habla de jueces injustos que no temen a Dios, nos habla de adversarios que se aprovechan de
las viudas, pero también nos habla de caminos para encontrar la verdadera justicia. Cuando
nos sentimos agobiados por los problemas y los actos violentos, una de las tentaciones es la de
ceder al pesimismo y unirnos a una carrera de corrupción. Cuántas veces hemos escuchado la
exclamación que es al mismo tiempo queja y duda: “Si les va mejor a los que se portan mal, ya
estoy tentado también a seguir ese camino”. Pero el verdadero discípulo de Jesús se siente
fortalecido al contemplar a Cristo y su forma de actuar en los momentos de conflicto y de
injusticia. Nunca guardó silencio o permaneció impasible, siempre sembró esperanza y
pronunció sus palabras de denuncia pero también de solución. Rescató a los que estaban en
situación de injusticia: los leprosos, los ciegos, los pecadores, la mujer pecadora, etc. Siempre
devolvió la dignidad a las personas y siempre afirmó que su Padre actuaba con Él. El libro de la
Sabiduría nos presenta hoy un pasaje muy bello que nos narra la actuación de Dios a favor de
su pueblo. Y la principal enseñanza que nos ofrece hoy Jesús es que la oración insistente tiene
un papel muy importante en esta lucha contra la injusticia. Quien no pone delante de Dios
estas situaciones corre el riesgo de tornarse amargado, agresivo e impositivo, porque se
constituye en juez que condena a todos. Solamente poniendo en manos de Dios todas
nuestras empresas podremos buscar verdaderos caminos de justicia. ¿No es verdad que
muchas veces queremos condenar a los que no piensan como nosotros? ¿No es cierto que
consideramos injustos a quienes tienen diversas ideas? Nuestra oración, al mismo tiempo que
pedimos la intercesión de Dios, nos pone en sus manos y nos hace discernir los caminos de la
verdadera justicia. En estos momentos difíciles de crisis, de asesinatos, de injusticias,
acrecentemos nuestros momentos de oración que nos sostengan en nuestra búsqueda activa
de justicia.
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13 Noviembre
San Diego de Alcalá
Sabiduría 7, 22-8, 1: “La sabiduría es un reflejo de la luz eterna, un espejo inmaculado de la
actividad de Dios”
Salmo 118: “Enséñanos, Señor, tus leyes”
San Lucas 17, 20-25: “El Reino de Dios ya está entre ustedes”
Una de las preocupaciones más grandes que tuvieron que enfrentar las primeras comunidades
fue el retraso de la Parusía. Es decir, se esperaba que llegara muy pronto la Segunda Venida
del Hijo del Hombre, esto hacía relativamente más fácil el entusiasmo en el seguimiento y la
perseverancia cuando está ya por acercarse el último día. Pero cuando ese día se dilata,
cuando pasan y pasan los años, se corre el riesgo de ir abandonando poco a poco el fervor
primero. San Lucas escribe para dar firmeza y seguridad a los discípulos que están viviendo
estos problemas y por eso recuerda con mucho acierto las palabras de Jesús que anuncian la
Venida del Hijo del Hombre pero que no dan una fecha precisa. El Reino de Dios, en cierta
forma ya ha llegado al hacerse presente Jesús y manifestarse cumpliendo su misión de llevar el
Evangelio, de sanar, de dar luz y vida, de acercar la buena nueva a los pobres, pero por otra
parte es una espera de esa llegada definitiva. Una espera que debe fortalecerse y tornarse
activa. No es una espera que inutiliza y que hace apáticos a los discípulos, sino una espera que
anima el corazón a pesar del tiempo que se tarde. Jesús previene a sus discípulos contra las
aseveraciones de quienes se dicen iluminados y predicen hora y día. Nos asegura que el Reino
de Dios no llega aparatosamente, sino que llega en el silencio y la normalidad. Cuando todo
parece estar más tranquilo puede llegar el Reino de Dios. En últimas fechas una mala
interpretación de códices y augurios mayas ha llevado a algunos a afirmar que se acerca ya el
fin, y que, según la profecía maya, será en el dos mil doce; pero ni dice eso la profecía maya y,
para quienes somos seguidores de Jesús, vale más su palabra que nos asegura que nadie sabe
el día ni la hora. Pero esto no quiere decir que dejemos de estar preparados, muy al contrario,
nos invita a una constante vigilancia y a una ferviente oración. Queremos que hoy se haga
presente en medio de nosotros el Reino de Dios, pero tendremos que seguir trabajando para
hacerlo realidad en medio de nosotros. ¿Estamos haciendo realidad el Reino en los lugares
donde nos desenvolvemos y vivimos?
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9 Noviembre
La Dedicación de la Basílica de Letrán
Ezequiel 47, 1-2. 8-9. 12: “Vi salir agua del templo: era un agua que daba vida y
fertilidad”.
Salmo 45: “Un río alegra la ciudad de Dios”.
I Corintios 3, 9-11. 16-17: “Ustedes son el templo de Dios”.
San Juan 2, 13-22: “Jesús hablaba del templo de su cuerpo”.
Hace pocos días bendijimos una nueva capilla en un ranchito muy alejado. ¡Qué
orgullo para los fieles de la pequeña comunidad! Me explican cómo todos han
participado tanto en conseguir los materiales como físicamente en la construcción.
“Este templo, más que piedras y cemento, es símbolo y seña de la dignidad de cada
uno de nosotros: vivimos lejos, pobres y olvidados, pero nosotros somos el templo de
Dios”.
Hoy celebramos la fiesta de la Dedicación de la Basílica de san Juan de Letrán, la
catedral del Obispo de Roma y la primera en antigüedad y dignidad entre todas las
iglesias de Occidente. Es tan importante esta fiesta que rompe el ritmo de los
domingos ordinarios y nos invita a reflexionar el sentido de la fundación y misión de
la Iglesia, de los templos y su construcción y del templo vivo que somos cada uno de
nosotros. Fue todo un símbolo cuando el Papa Francisco, a los pocos días de iniciado
su pontificado, fue a asumir su servicio como Obispo de Roma en esta Basílica.
¿Cómo es y cómo debe ser la Iglesia? El Papa Francisco humildemente reconocía que
“La Iglesia debe profundizar en la conciencia de sí misma, debe meditar… comparar la
imagen ideal de la Iglesia -tal como Cristo la vio, la quiso y la amó como Esposa suya
santa e inmaculada- y el rostro real que hoy la Iglesia presenta. Brota, por lo tanto, un
anhelo generoso y casi impaciente de renovación, es decir, de enmienda de los defectos
que denuncia y refleja la conciencia, a modo de examen interior, frente al espejo del
modelo que Cristo nos dejó de sí”. ¿Estamos reflejando el rostro que quiere Jesús para
su Iglesia? Las lecturas de este día nos ofrecen tres imágenes muy vivas para que nos
examinemos si realmente estamos respondiendo al sueño de Jesús.
La primera nos la presenta Ezequiel: una bella imagen del templo del que mana agua,
que da vida y fertilidad por todos los rumbos, saneando los desiertos, haciendo
prosperar la vida, dando fuerza y vigor a los árboles frutales y plantas medicinales.
¿Podremos reconocer en esta imagen a nuestra Iglesia? Son los sueños de Jesús: que
su Evangelio lleve vida y verdadera prosperidad a todos los espacios, que sane a los
enfermos, que haga dar frutos de justicia y de paz. Por eso también del Papa León
asume una Iglesia de puertas abiertas, llena del Espíritu, que lleve en su corazón la
alegría del Evangelio. Una Iglesia que contagie y que anime. Una Iglesia samaritana ue vende las heridas, que reciba al que se ha equivocado. Una Iglesia madre que
acoge con amor a todos sus hijos. Esta Iglesia, formada por pecadores y miserables,
tiene la gran misión de dar vida con el Evangelio.
La segunda imagen es la expulsión de mercaderes. Duras las palabras de Jesús y más
duros sus golpes que expulsan del templo a los comerciantes. En la actualidad uno de
los graves problemas que tenemos es ver la religión como negocio y como ganancia: el
mercadeo de las religiones. Se busca la religión más cómoda y que ofrezca más
facilidades, la que menos comprometa, la que nos brinde más felicidad. Por desgracia
tenemos que reconocer que muchas veces hemos caído en este comercialismo y no
solamente de parte de sus ministros, sino que se ha ido haciendo una mentalidad que
lo favorece. No importa tanto la relación con Dios, sino cumplir un rito; no nos
interesa el encuentro con Jesús, sino una apariencia social de los sacramentos; no nos
interesa un compromiso serio, sino solamente salir de los problemas y apuraciones.
Así se multiplican novenas y devociones sin sentido y se abandona la vivencia
Evangelio Diario 8 de Noviembre Mons Enrique Diaz #Evangelio #Everyone
Evangelio Diario Mons Enrique Diaz #Evangelio #Everyone 7 de Noviembre
Evangelio Diario
Mons. Enrique Diaz
6 de Noviembre
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Hora Santa en reparación por los ultrajes y sacrilegios cometidos en Hallowen
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XXX Domingo Ordinario
Eclesiástico 35, 15-17. 20-22: “La oración del humilde llega hasta el cielo”
Salmo 33: “El Señor no está lejos de sus fieles”
II Timoteo 4, 6-8. 16-18: “Ahora sólo espero la corona merecida”
San Lucas 18, 9-14: “El publicano regresó a su casa justificado y el fariseo no”.
¿Cuento o realidad? La parábola que Jesús nos propone este día tiene los visos no de un
hecho inventado, sino la narración de algo que con frecuencia sucede no sólo en los
lugares de culto o de oración, sino en cualquier campo de la vida cotidiana. La parábola
del fariseo y del publicano contrapone dos actitudes espirituales, dos maneras de orar,
dos formas de creer y de relacionarse con Dios y con los demás, dos formas de vivir y
de enfrentar la vida. La primera, la de la de quien se siente lleno de todo, pagado de sí
mismo; la segunda, la de quien humildemente se abre a la gran bondad de Dios, a su
infinita misericordia. Jesús no compara en su ejemplo, un pecador con un justo, sino un
pecador humilde y arrepentido con un justo satisfecho de si mismo y que mira por
encima del hombro a los otros.
¿Podría ser una realidad en nuestros tiempos? Parecería que esta parábola no tiene nada
de actual, pero es dolorosamente actualizada por muchos de nosotros. Creyéndonos
justos, nos apoyamos en nuestra religión y en nuestras posiciones para mirar a los
demás como inferiores, despreciarlos, juzgarlos y condenarlos. Muchos de los conflictos
actuales a nivel local y a nivel mundial, no son otra cosa que la prepotencia de quien se
siente dueño del mundo, que utiliza a Dios y a la religión para sentirse satisfecho y para
aprovecharse de los demás. Hay quienes pagan hasta la última veladora en el culto al
Señor, pero no tienen empacho en despojar al pobre, “legalmente”, de sus tierras, de su
agua y de su casa y ¡no se sienten ladrones! Hay quienes embriagan con sus licores y
sus mentiras a nuestro pueblo y después lo condenan por borrachos y flojos y en cambio
ellos se sienten muy dignos.
El fariseo, pagado de sí mismo, hace toda su presentación, pero ¡siempre diciendo lo
que no es! “no soy como los demás hombres: ladrones, injustos y adúlteros; tampoco
soy como ese publicano”, sabe muy bien lo que no es, pero no sabe lo que es, ni lo que
hay en su interior, pues cuando intenta hacer presente su persona viene decir: “ayuno
dos veces por semana y pago el diezmo de todas mis ganancias”, como si todo su valor
dependiera del dinero o de lo que no se come. Pero, ¿quién es en realidad? Jesús viene a
trastocar el orden establecido por el sistema judío y si miramos las cosas con
detenimiento, también viene a trastocar todo nuestro sistema. No importa lo exterior,
sino lo que hay realmente en el interior. Parecería que el hombre moderno está lleno de
materialismo, de comparaciones, de descalificaciones y de competencia feroz contra los
demás. Que la persona vale solo por lo que tiene. Se llena de todo y no deja lugar para
experimentar dentro de si mismo el gran amor de Dios. El pecado del fariseo y de
nuestro mundo, es reducirlo todo a comercio, a vanidad, a orgullo y no dejar espacio ni
para Dios ni para el prójimo.
La primera lectura de este domingo nos enseña que Dios no entra en este mundo de
comercialización y de intercambio. Si por alguien tiene Dios predilección es por los
pobres y humildes. “El Señor es un juez que no se deja impresionar por apariencias.
No menosprecia a nadie por ser pobre y escucha las súplicas del oprimido. No desoye
los gritos angustiosos del huérfano ni las quejas insistentes de la viuda.” ¡Cómo
quisiéramos que hoy esto también fuera realidad! Que los jueces, que las autoridades,
no se dejen impresionar por las apariencias, que no menosprecien a nadie, que escuchen
las súplicas de un pueblo que se muere de hambre, que no logra superar los límites
extremos de la pobreza y que no