
Xavier Marcet parte de una metáfora futbolística: un equipo que juega siempre con los mismos once, temporada tras temporada. Algunos siguen en forma, otros ya no; unos aprenden nuevas tácticas, otros se aferran a lo clásico; algunos solo se motivan en los grandes partidos. Ese equipo, inevitablemente, pierde frescura y competitividad.
Lo mismo ocurre en muchas organizaciones: los puestos de responsabilidad se convierten en cargos permanentes, más asociados a la inercia que al mérito real del momento. Se confunde la meritocracia de acceso con la meritocracia de permanencia.
Marcet defiende que las empresas necesitan meritocracias sensatas, que combinen movilidad y flexibilidad:
La clave, dice, está en repensar los comités de dirección y sus lógicas rígidas, creando arquitecturas de decisión más dinámicas y adaptables. Una organización sana es aquella donde muchos quieren asumir responsabilidades y donde siempre se alinean los mejores para cada reto.
En definitiva, liderar con meritocracias sensatas es garantizar el futuro de la organización sin perder talento ni bloquear su flujo.
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