
Este pasaje del Evangelio nos invita a mirar la vida con serenidad. Las cosas visibles pasan, pero el Amor de Cristo no. En tiempos de confusión, guerras, voces falsas y cansancio interior, Él nos pide una sola cosa: perseverar. No con miedo, sino con confianza. No con ansiedad, sino con presencia. En cada crisis hay un espacio para el testimonio, una oportunidad para amar más.