
En Manresa pedí limosna todos los días. No comía carne ni bebía vino, aunque me lo dieran, salvo los domingos. En otras épocas me había preocupado mucho de cuidar mi aspecto personal y mi cabello, por lo que decidí dejarlo así no más, sin peinarlo ni cortarlo, de la misma manera y por el mismo fin, dejé que me crecieran las uñas de pies y manos.