
Llegamos desde Barcelona hasta Gaeta en cinco días. En cuanto desembarqué, comencé a caminar hacia Roma. De los que venían en la nave, me acompañaron una madre con su hija y otro joven. Ellos me seguían porque también mendigaban. Llegamos a un caserío, hallamos soldados junto a él, los que nos dieron de comer y beber. Después nos separaron; la madre y la hija quedaron en un cuarto, y a mí con el joven nos mandaron a un establo.