
Romper las cadenas no comienza con un grito de guerra, sino con un susurro del alma. Es ese momento íntimo en el que reconocemos que algo nos limita, que hay un peso que no se ve pero que se siente en cada paso, en cada decisión, en cada silencio. No todas las cadenas son visibles. Algunas se forjan con palabras que nos marcaron, con heridas que no sanaron, con hábitos que se repiten como ecos. Y el primer acto de libertad no es la fuerza, sino la conciencia.
Tu amigo Israel Meza, que Dios te bendiga siempre y recibe un fuerte abrazo.